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27 febrero, 2015

El gran héroe americano


El pasado 20 de Febrero se estrenó en España la última película del talentoso Clint Eastwood, El Francotirador, que narra la historia de Christopher Kyle, un soldado americano que sirvió a su país en cuatro campañas durante la invasión de Irak. Kyle se convirtió en una leyenda para sus compañeros y compatriotas gracias a su espectacular lista de bajas enemigas (el Pentágono le atribuye unas 150 muertes, aunque él las elevaba hasta las 250; en cualquier caso, el más efectivo asesino documentado de la historia del ejército norteamericano). A principios de 2013, ya en suelo estadounidense tras dar por finalizadas sus funciones en el conflicto, Kyle y un amigo suyo se reunieron con Eddie Ray Routh, también marine americano, en un campo de tiro de Fort Worth, Texas. En teoría, el motivo de este encuentro era el de dar apoyo al último, que se encontraba aún muy afectado por el trauma de lo vivido en la guerra en territorio árabe. Había sido diagnosticado con Estrés Post-traumático. Sin embargo, el encuentro se saldó con el asesinato de Kyle y su amigo Chad Littlefield a manos de Routh. Un final totalmente inesperado para la vida de un profesional del homicidio que relata en su autobiografía American Sniper sus peripecias por tierra oriental con un inmenso orgullo.

Su muerte despide cierto aroma trágico y ridículo; un hombre sumamente efectivo y despiadado, con proverbial talento para acabar con la vida, ajusticiado en un pequeño renuncio, en su comunidad natal; en su hogar. Es una buena y cruel metáfora del sinsentido de la intervención americana en Irak y Afganistán, una buena prueba de que la guerra no es tan honrosa ni digna como nos quieren hacer creer ( Clint Eastwood incluido). Kyle encontró la muerte en su propia casa, de la misma manera en que cientos de iraquíes habían sido baleados en su propia tierra a manos de este invasor de uniforme.

En éste artículo no comentaremos el curriculum vital ni profesional de Kyle (el lector puede conocer al dedillo toda su existencia con una búsqueda en Google mediante) ni la representación cinematográfica patriótica y facilona del director de obras maestras como Cartas desde Iwo Jima o Sin perdón. Nos vamos a centrar en retratar la concepción del pueblo americano de sus políticas expansionistas e intrusivas, y en la idealización de un personaje que, al margén de cumplir con su deber, parecía deleitarse en el proceso de destruir y colonizar un pueblo y una cultura que nada había hecho para merecer su desprecio, más que estar bajo el mandato de unos dirigentes cuya ideología chocaba frontalmente con el mayoritariamente profundo y desvastador egocentrismo nacional de un país que busca encontrar su identidad en la comparación directa y arrogante con otros de menor tamaño, alcance y repercusión. El clásico abusón del recreo.



Chris Kyle nació en 1974 en Texas, el sur profundo de los Estados Unidos, tierra de convencionalismos, patriotismo y religión. Fue el americano modelo de principio a fin; casado con su mujer, con su país y con Dios. Además, como buen sureño, afirmaba que “siempre he amado las armas”. Su voluntad por ayudar a su país siempre fue completa. Ya alistado a los Navy SEAL, las fuerzas de élite del ejército americano, y situado en el país gobernado aún por Saddam Hussein, Kyle se fue ganando una fama entre sus compañeros de auténtico animal de guerra. Era conocido por el apodo de La Leyenda entre sus camaradas. Sin embargo, la percepción del bando local era bien distinta; Christopher era conocido entre los iraquíes como El demonio de Ramadi, y por su cabeza fueron ofrecidas jugosas recompensas. Kyle no titubeaba a la hora de calificar su estancia en Irak como "Divertida... Los mejores años de mi vida fueron en los SEAL". Consideraba al enemigo como personas "despreciables". Relata que “En Irak llamábamos salvajes al enemigo porque no hay otra manera de describir lo que allí encontramos”. Este es el motivo por el que no se siente culpable ni tan siquiera ligeramente avergonzado del sangriento balance de su paso por Irak, llegando a afirmar que tan sólo volvió a casa con una espinita clavada: "Solo hubiera deseado haber matado a más. No para jactarme sino porque creo que el mundo está mejor sin salvajes que acaban con la vida de americanos”.

Su mujer logró convencerle para que, tras cuatro exitosas incursiones en oriente medio, Kyle regresara a su hogar con ella y sus hijos, y se dedicara a la vida en familia. Naturalmente, se sentía como un pez fuera del agua, y se agarró al alcohol como válvula de escape para una realidad sin objetivo ni propósito, hasta que un accidente de tráfico que casi le cuesta la vida le hizo comprender que era hora de aceptar que sus días en la guerra se habían terminado. Fundó una compañia de seguridad con un suntuoso lema: ' A pesar de lo que te haya contado tu madre, la violencia si que resuelve los problemas'. Toda una declaración de principios.



El destino quiso que este soldado que tan ferozmente y con tan pluscuamperfecta eficacia había defendido los supuestos intereses de su país fuera borrado del mapa en su propia comunidad. Como dice el refrán, Quien a hierro mata, a hierro muere. Kyle había asumido con cuasi-divino significado la intervención americana en la guerra con Irak, una conducta común entre la masa más tradicional de la población y fomentada a fuego por los medios, el gobierno de turno y el sistema de valores estadounidense. La noticia de su muerte dejó consternado al pueblo gringo, que lloró y honró a su bravo y fiero hijo. Sin embargo, cabe recordar de donde nace la fama de este personaje.

Kyle era una celebridad admirada en su país porque representaba al buen americano clásico: hombre de su tierra, de su mujer y de su Dios, intrépido y valeroso en la acción y modesto y solemne en el discurso. Kyle siempre lidió con ambivalencia y humildad con su popularidad, e incluso admitió que no encontraba motivo a la realización de su autobiografía pues, en sus propias palabras, "¿A quién le interesa mi vida? No soy diferente a cualquier otra persona”. El pueblo norteamericano, aunque en ocasiones dividido respecto a la verdadera utilidad de aventurarse en territorios lejanos a golpe de fusil para acabar por derrocar y recolocar gobiernos y saquear recursos de interés, siempre ha coincidido en su unánime respeto por la figura del soldado. Estamos ante una nación levantada en base a una revolución y una guerra, y no por legítima posición natural ancestral en el territorio, como puede ser el caso de los pueblos europeos. El sacrificio y el peligro al que se enfrentan los jóvenes reclutas son tremendamente valorados por el grueso del pueblo yankee. Pero además de todo esto, Kyle destacaba entre todos sus compis de batalla por haber sido especialmente devastador y sangriento. En otras palabras, por haber sido más útil que nadie para su país. El bueno de Kyle será recordado por el pueblo, y ahora incluso por el cine, cómo el más efectivo tirador de la historia americana, así que cabe preguntarse de que manera una historia similar sería considerada como honrosa en otros países del mundo. 

Probablemente en España no honraríamos de manera tan extraordinaria la labor de un ser humano que se ha llevado por delante la vida de cientos de personas en su propio lugar de residencia. Porque no se puede obviar el hecho de que el conflicto de Irak no era en absoluto una guerra, sino más bien se trata del último abuso de poder de los Estados Unidos ante la complaciente mirada de la comunidad internacional. Quizá en unos siglos, la humanidad eche la vista atrás y se escandalice ante la verdadera magnitud de la maniobra americana en Oriente medio. Un sistemático genocidio y desmantelamiento de un pueblo que carecía de recursos, población, equipamiento y estructura para repeler el ataque de una fuerza invasora de tan colosales dimensiones. Además de ser más fuertes, estaban muy cabreados. El absoluto desprecio de Kyle por la cultura babilónica es la tónica habitual entre las buenas gentes de ese gran país que es Estados Unidos. El odio y la discriminación cultural son dimensiones realmente intrínsecas a la personalidad estadounidense.

La figura de Christopher Kyle se irá expandiendo progresivamente hasta entrar a formar parte de la cultura popular americana, tan propensa al iconismo y la parafernalia como a la actividad bélica, activa o pasiva. Será una muestra más de la profunda ignorancia de un pueblo que busca ansiosamente construir una historia propia, plena de símbolos, momentos, personajes y logros que doten a la comunidad de orgullo y referencias. En tanto que un hombre nacido en Texas que acabó por viajar más de 11.000 km hasta en cuatro ocasiones con el único objetivo de neutralizar personas que, según lo previsto en su día de nacimiento, nunca debería de haber conocido, para luego ser masivamente honrado por ello y clasificado como un auténtico héroe, siga siendo el prototipo de figura de admiración para un pueblo de más de 300 millones de habitantes, el mundo sigue estando abocado a la injusticia y la desolación.


Kyle relata en su libro el momento en el que tuvo que disparar por primera vez a una mujer. Mientras estaba apostado haciendo su guardia, observó como una mujer se acercaba a un vehículo de marines con un niño agarrado de una mano y una granada en la otra. Admite que ante la primera orden de disparo, dudó, pero no ocurriría lo mismo en la segunda: Kyle apretó el gatillo, derribó a la mujer, y salvó a sus compañeros. Ante la cuestión de si se arrepiente, su respuesta es que "no lo lamento, esa mujer ya estaba muerta y yo tenía que asegurarme que ella no se llevaba a ningún marine por delante. Disparar era mi deber

Su reflexión no es errónea. Esa mujer ya había decidido acabar con su vida y solo albergaba la esperanza y la intención de arrastrar a algún americano con ella; la misión de Kyle era evitar este escenario y salvar la vida de sus compañeros, y lo hizo, una vez más, con suma eficacia. Pero resulta evidente que Chris no dedicó mucho tiempo a meditar el por qué esa mujer había decidido sacrificar su vida. Parece claro que hay que estar sumido en una profunda desesperación para llegar al punto de sacrificar tu vida en pos de una causa ulterior; en este caso, todos aquellos etiquetados por la prensa como "terroristas" no son más que seres humanos que han visto cómo un opresor extranjero se ha presentado en su tierra con funestos planes de estructurada destrucción e innegociable muerte, para encima jactarse de ello de cara al resto del mundo, con el pretexto de estar ejerciendo una acción necesaria y orientada a preservar la paz y el orden en el planeta. Ante tan desalentadora situación, el acto de entregar tu vida con la ilusión de aportar tu granito de arena en la imposible tarea de desplazar al invasor no merece ser calificado como "terrorista" de ninguna de las maneras. Es obligado preguntarse qué entendemos por terrorismo y quién es la verdadera víctima en esta guerra. Chris Kyle acabó con la vida de cientos de personas; y fue precisamente otro profesional de la muerte el que le dió materile. Podríamos considerar este final como triste, como sucio, como inesperado... pero nunca, nunca como injusto.





18 febrero, 2015

Canserbero: Diagnóstico del último rapero


El pasado 20 de enero de 2015, el compositor y rapero venezolano Tyrone Gonzalez, conocido por su nombre artístico Canserbero, se suicidó lanzándose desde un décimo piso tras apuñalar hasta la muerte a su amigo y colega, Carlos Molnar. Pese a esta manera tan abrupta de abandonar el mundo, las redes sociales se inundaron de homenajes y reconocimientos a uno de los últimos ( hasta la fecha ) exponentes del genuino hip-hop.

 La obra de Canserbero abordaba la vida y la muerte, la desigualdad social, el vacio existencial de nuestros días o la violencia callejera, siempre desde un tono crítico y reflexivo, y con una mezcla de cinismo y rebeldía. Son frecuentes en sus canciones las estructuras complejas y desordenadas, jugando con los acentos, las parrafadas adornadas por canturreos de ritmos más reggae, y combinando siempre sus característicos dos tonos de voz, uno de ellos intencionadamente más tenebroso y disfónico.

A través de sus canciones, se dibuja un tipo melancólico, solitariao, desencantado, orgulloso, inteligente, atormentado, culto, con un toque macabro, una pizca de resentimiento, y un buen puño de soberbia. Su vida podría no haber sido muy distinta a la de la mayoría de jovenes de barrio de Venezuela, un país donde la brecha social es dramática, de no ser por su excepcional sensibilidad. Una sensibilidad que le hacía ser una veleta, orientada hacia la esperanza o el odio según se levante, y que le permitió alcanzar las más altas cotas de percepción y precisión lírica. En una sociedad espiritualmente a la deriva, atender a este vacío con una visión crítica, denunciarlos micro en mano, Internet mediante, sorteando la frágil y difusa frontera entre la demagogia y el constructivismo, es algo muy poco común. Muchos se quejan de la naturaleza humana o de los abusos de poder, pero a pocos les afectan real y emocionalmente ( algo muy adaptativo) estas cuestiones. A pocos (especialmente en esta industria) les quita el sueño, les inspira, el sufrimiento. A Tyrone realmente le preocupaba.


En la era de Internet, literalmente cualquiera puede probar suerte en el mundo de la música. Incluso careciendo del instrumental más básico, siempre puedes utilizar un simple teléfono móvil o un ordenador para grabar la música, compartirla en la red, y esperar a que piquen los peces. Ya sea por la necesidad de expresarte, por las ansias de triunfar y hacerte rico, o, cómo suele ser en la mayoría de los casos, por una mezcla de ambas opciones, cualquiera puede intentarlo. Antes necesitabas contactos, ayuda, apoyo, medios, talento, dinero, una enfermiza perseverancia y mucha suerte si querías optar a entrar en el mundillo ...se requería una verdadera pasión por el asunto. Ahora no necesitas prácticamente nada más que tener suerte y dar con la tecla correcta. Esto representa una hermosa oportunidad para muchos criados y crecidos en una época en la que la fama y la riqueza simbolizan felicidad; muchos que, en otro momento de la historia, probablemente nunca hubieran sentido inquietud alguna por la música y la cultura. Pero, como dice un amigo mío, se da la paradoja de que en las inundaciones, el mayor problema radica en la dificultad para encontrar agua potable. Esta desproporcionada sobrecarga de presuntos músicos dificulta horrores encontrar e identificar el verdadero talento. Y pocos estilos se han visto tan afectados por el auge de plataformas digitales globales como el rap.

El rap es música de calle y nace en la calle, siempre, inevitablemente. El hip-hop puro y duro demanda de unos orígenes humildes y, digamos, sacrificados, en un entorno de relativa opresión y/o injusticia que favorezca su significado, contestatario y crítico por naturaleza. Pocos son los grupos que mantienen hoy estos estándares. Han sido otros valores, también inherentes y originalmente intrínsecos al rap, como la arrogancia, la ostentación o la pomposidad, los que se han reproducido con mayor frecuencia entre los artistas que han obtenido cierto éxito en los últimos años. No es de extrañar, pues, el poco crédito y la pobre identidad del estilo, dada la progresiva incorporación de todo lo jipjopero a la cultura popular y su consecuente desradicalización.  No debe extrañarnos a nosotros, los amantes del rap. La imagen del rapero se asocia con algo tonto, inculto y visceral, pero sobre todo poco serio. Y de esta labor se ha ocupado con germánica eficiencia todo el engranaje mediático y publicitario. No se considera al rap como un estilo musical significativo, y mucho menos como un movimiento cultural. Las causas de esta injusta categorización puede dar para un largo debate, pero ese no es el tema. Canserbero era uno de esos pocos raperos que rimaban sobre un bombo y caja algo más que auto-felaciones, chulería, misoginismo y agresividad. Rimaba para inspirar, para agitar y para concienciar. Rapeaba para que le dieras al coco, para que pudieras etiquetar esa sensación interna que no podías descifrar. Canserbero rapeaba para más que para alcanzar fama y dinero. Desde el minuto uno supo que su carrera no estaba destinada a algo así, pero tampoco se preocupó por ello. Internet podía brindarle la oportunidad de llegar a millones de oidos de cualquier punto de la comunidad hispano-hablante. Ese era su único objetivo. Y eso es algo digno de elogiar.


 " ... pensando más de la cuenta, estudiando para crecer
y trabajando para pagar la renta -  tachando metas de
esa lista interminable de - cosas que quiero
ir, vivir, conocer, ser y ver... "

C'est la mort, Canserbero

Canserbero era el último rapero. Conceptualmente hablando, claro. Es el ejemplo de rapero funcional que resulta tan poco común que es sin duda la excepción en lugar de la regla;  de ahí su capital importancia para el desarrollo del hip-hop como movimiento y comunidad propia. El mundo del rap está acostumbrado a observar historias de vertiginoso auge y estrepitosa caída; artistas que tan poco irrumpen en la escena con un estilo fresco, como se diluyen de la misma forma que una pastilla de sacarina se diluye en el café con leche, víctimas de su rigidez, de la falta de creatividad, y de una nula habilidad para reciclarse. Pero no está tan acostumbrado a especímenes como este venezolano fallecido a la aún corta edad de 26 años, no está habituado a contar entre sus filas con soldados tan versátiles, talentosos, profundamente agudos, creativos, violentamente únicos. Uno de esos artistas que, en lugar de alcanzar su tope al poco de crear su ópera prima, era capaz de generar expectación con cada nuevo proyecto, de sorprender con cada nuevo material, de profundizar en sus obsesiones personales a pecho descubierto, de compartir sus miedos y su cólera con el oyente, y de crear con éste un clima íntimo de reflexión. 


"...al menos por un ratico, hasta que me despierto en esa realidad
de la cual soy convicto - como la rutina, como las doctrinas,
como tantas cosas que me hacen pensar que estoy en ruinas.
Nacer, crecer, reproducirse, morir.. pues estar vivo, no es
precisamente igual a vivir..."


 De la vida como película y su comedia, tragedia y ficción, Canserbero.

Quién sabe hasta dónde habría podido llegar en su carrera musical. Lo que parece innegable es que nunca habría alcanzado la repercusión ni el estatus que otorga una muerte prematura, especialmente atendiendo a su trabajo y las innumerables referencias hacia ésta en sus versos. Una obsesión casi premonitoria con la muerte que le ha llevado directo hasta ella. Vivo era un referente dentro del rap, pero muerto asciende a la categoría de leyenda. No sabemos si, esté donde esté, tendrá conciencia de ello... pero de ser así, puede sentirse muy orgulloso de las fronteras superadas. Pese a convertirse en asesino justo antes de en cadaver, el respeto mostrado desde la comunidad hip-hop hacia él fue casi unánime, y la consternación, enorme. Recuerdo que lo primero que me vino a la mente fue  "¿ y entonces... ya no vamos a escuchar nada nuevo de Canserbero? "...  No, ya no escucharemos nada nuevo de Canserbero, pero su producción antes de partir fue extensa, está disponible a toque de 'click' y, ahora, conociendo su final, quizá podamos apreciar su contenido de una manera más analítica. 

"...Que pena siento por esos, que no tienen pasiones diferentes
al dinero o al sexo, y que viven - pero no están vivos
es decir, el que no tenga algo por qué morir no debería vivir..." 

C'est la mort, Canserbero

Canserbero, supuestamente y según lo vertido en diversos foros y plataformas de información y noticias online, habría estado diagnósticado con Esquizofrenia, Bipolaridad, Depresión y, de postre, con Trastorno de Identidad Disociativo ( el trastorno anteriormente conocido como Personalidad Múltiple), aunque habría rehusado recibir tratamiento alguno... Casi ná. Personalmente, dudo firmemente de tres de cuatro. Dudo de que fuera esquizofrénico: no se puede decir que fuera una persona desconectada de la realidad, sino que más bien era justo lo contrario. Quizá sus palabras pudieran ser consideradas en ocasiones como paranoias, pero sólo cuando las observamos desde un punto de vista socialmente moderado y prototípico. Además, me resulta difícil de creer que un esquizofrénico se embarcara desde muy joven en proyectos de difusión musical, colaborando con un sinfín de artistas, actuando incontables veces en directo y manteniendo además un hilo argumental en su progreso. También dudo de que fuera bipolar: de todos los trastornos psicológicos principales, el trastorno bipolar ha sido con diferencia el más mancillado y malinterpretado por la cultura popular. La alternancia de juicios, opiniones o conductas es fácilmente tildada cómo representativa de un trastorno realmente muy extremo, en contextos que abarcan desde la broma hasta la acusación. No tengo constancia, ni puede vislumbrarse a través de su música, de la existencia de episodios maníacos y/o hipomaníacos en su vida, si bien es cierto que es un dato que podría haber sido ocultado a sus seguidores con facilidad, por lo que esto no dejan de ser elucubraciones personales. Y desde luego, no creo que presentara un trastorno disociativo: se me hace complicado imaginar a un artista de tanta repercusión, con una agenda posiblemente apretada, multitud de colaboradores y compañeros de proyectos, capaz de sufrir capítulos de amnesia y alternancia de personalidades sin que ésto afecte a sus relaciones y funciones profesionales. Simplemente me resulta imposible de creer. Estoy convencido de que algunos, si no muchos, de los que corrieron a categorizar a Canserbero como TID ni tan siquiera sabían qué significa realmente tener identidad disociativa. En resumen, no pienso que la conducta o el juicio de Canserbero fuera tan extremo /inestable /radical /contraproducente vitalmente hablando como para siquiera considerar la presencia de cualquiera de estos tres trastornos... Pero sí que compro el diagnóstico de depresión. 



Canserbero con el rapero venezolano Apache, con quien colaboró para lanzar el álbum 'Apa y Can' en 2013.

La sensibilidad y la depresión son conceptos vinculados. La depresión nace de la excesiva reflexión, de la consideración de la realidad como oscura, desafiante, compleja e incontrolable, cuando ésta consideración desborda por completo los esquemas cognitivos auto-protectores de la persona. Existen diferentes tipos de depresión, variando en función de dimensiones como la duración de los episodios, su frecuencia, o su intensidad, además de la frecuente comorbilidad con otros trastornos, como la ansiedad. Es común entre las que podríamos considerar como grandes mentes la presencia de síntomas o episodios depresivos. La instrospección y la empatía son un arma de doble filo. A poco que uno se estruje los sesos con relativa insistencia en busca de algunas respuestas, es relativamente fácil caer en la decepción para con tu entorno y con un canon existencial que, en muchos sentidos, simplemente no funciona. Canserbero era severo en sus juicios de valor respecto a problemas que hoy y siempre han sido endémicos del ser humano. Desde este punto, es cuestión de tiempo caer en un oscuro abismo, por mucho que tu genio, tu creatividad, tu espíritu, te obliguen a considerar que tu papel en este mundo no es testimonial, sino que más bien estás embarcado en una significativa misión que probablemente nunca acabarás de definir. La inestabilidad emocional y conductual se puede atribuir a un constante desequilibrio entre la percepción de control y la desesperanza; la motivación proactiva y la desolación existencial; las ganas de vivir y el miedo a morir. Este balance de sentimientos le hacían un artista flexible y delicado, violento y razonable, agresivo y sobrio, igual de afín a la mesura y a la locura. Le encantaba jugar con dimensiones contrapuestas, con el desequilibrio. No cualquiera es capaz de deleitarse en el desequilibrio, y a él le encantaba descolocar al oyente... ser indescriptible, indescifrable, imprevisible. Amaba jugar ese papel.

"... Por eso ya no creo ni en mi almohada
ni en mi sombra, osea en nada ...
ni siquiera creo en mi viejo ...
si algún día te digo que te creo,
no me creas que te creo porque ya
no creo ni en mi reflejo..." 
Jeremias 17:5, Canserbero

 A la sociedad, a la masa mayoritaria, no le tiembla el pulso para señalar al inadaptado del rebaño, independientemente de cuáles sean las razones de esa falta de alienación. Por exceso o por déficit, el caso es que se queda fuera del círculo. No pienso que su vida haya estado regida por ningún trastorno, no creo que nunca haya carecido de control o percepción sobre sus actos, ni considero que su muerte (ni el homicidio previo) haya estado relacionada con algún desorden mental. Señalar como diferente a una persona superior en loquesea a la norma es un alivio para la nosotros, una manera de justificar por qué no hemos alcanzado esos níveles de excelencia... " Canserbero ? ... Si, si... un artistazo, dice muchas verdades... pero está un poco chalado, no ?..."Una mezcla de admiración y rechazo, es lo más común. A fin de cuentas, una excusa para la discriminación selectiva y la justificación de la mediocridad.


 
Es cierto que resulta insidioso encumbrar de manera alguna a un músico. A éste y a cualquiera, vivo o muerto. De un artista nunca veremos más de lo que éste o su círculo nos permitan ver. Un cantante se relaciona con sus seguidores a través de su trabajo, y es evidente que se cuidará la imagen ofrecida hasta el extremo. Canserbero, posiblemente, sería una persona cínica, rencorosa, con un orgullo quebradizo y un ánimo fluctuante, lleno de obsesiones y recelos, resentido con el mundo, fanático a veces e indolente otras ... Eso es lo que se extrae de su obra, de sus ideas y de su mensaje. Un ser con tendencia al aislamiento y la frustración. Una familia rota, una vida humilde, unas evidentes carencias afectivas, una serie de ambiciones frenadas, algunos proyectos irrealizables y un saquito de decepciones parecen buenos motivos para ello... ¿familiar, no?. No existe noche sin día, vida sin muerte, ni persona sin demonio. Como todos, Tyrone libraba su batalla con la experiencia, la esperanza y lo efímero, pero él se había entregado a la causa, y además, nos hacía partícipes. La música de Canserbero suena familiar porque supo definir con precisión de cirujano sentimientos derivados de situaciones que a todos nos toca experimentar (supongo yo que con especial intensidad en la juventud), cómo el duelo, la traición, el desamor, el fracaso, el odio o la decepción. Su determinación fue la de mejorar-se para mejorar-el mundo en el que vivía, una misión que puede sonar pretenciosa, pero que no hace referencia a nada más que al esfuerzo por ser una mejor persona hoy de lo que eras ayer. Pese a ser una persona llena de odio y tristeza, ejemplifica la genuina bondad. El odio y la tristeza nacen de la impotencia de querer hacer las cosas bien en un mundo donde en cada esquina encuentras cómo hacer las cosas mal conduce al éxito, o, al menos, a una completa ausencia de remordimientos, fundamento de la paz interior. No se elige ser ignorante o sensible ... El eterno debate psicológico entre genética y ambiente no es capaz de justificar este punto. Canserbero simplemente no podía desentenderse, ni auto engañarse. Los demás no pueden entender, ni ser sinceros con ellos mismos, bajo pena de inmenso dolor ... Pero hay personas que conviven con el dolor, irremediablemente y hasta las últimas consecuencias. Y esas historias suelen acabar mal.

Canserbero fue el último de los raperos por varios motivos: por su estilo lírico, trepidante y complejo. Por sus orígenes modestos y su mensaje reivindicativo y posmoderno. Por su completa búsqueda de diferenciación, desarrollo y mejora. Pero sobre todo por su profundidad temática, por su densidad moral y social, por su propuesta consciente y responsable, crítica y necesaria. Dada la desconexión entre las raíces culturales del hip-hop y la orientación actual del movimiento, los individuos como Canserbero resultan una rara avis; una especie en franco peligro de extinción. Los amantes del buen rap echaremos en falta su tono amargo, su propuesta cínica y su inusual franqueza. El hip hop ha perdido este pasado mes de enero a uno de sus más valiosos soldados. El último que intentó aportar a un estilo musical vacío de referentes y figuras de relevancia dósis de verdad. Se une al grupo de artistas turbios y malditos que se marchan antes de tiempo y en macábras circunstancias ,como Ian Curtis, Kurt Cobain o Amy Winehouse. Su muerte nos ha dejado algo más huérfanos, si cabe, de talento. Pero ayuda a darle a su obra otro matiz, otro aroma... el sabor y la textura que sólo alcanzan aquellos elementos que logran vencer la batalla a su tiempo y se convierten en perennes. La mejor enseñanza que podemos extraer de él fue su determinación para con el proceso del progreso. Esté donde esté, quizá conserve su memoria y su conciencia. Siempre fueron su mejor arma.